Hoy por hoy sigue siendo una nación casi desconocida, un destino emergente pero rodeado de un halo de misterio que lo hace aún muchísimo más atractivo.

Adentrarse en su geografía es mucho más que un viaje de placer. Armenia no solo ofrece múltiples atractivos turísticos y varios monumentos Patrimonio de la Humanidad, sino que alberga en su territorio historia viva y palpable de las religiones. En el año 301 de nuestra era fue el primer país del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial.
Situada en el Cáucaso meridional, entre el Mar Negro y el Mar Caspio, limita al oeste con Turquía, al norte con Georgia, al este con Azerbayán y al sur con Irán. Por su situación geográfica, se encuentra a medio camino entre Europa y Asia. No tiene salida al mar pero posee el lago de altitud de agua dulce más extenso del mundo. Su paisaje es fundamentalmente montañoso. Algunas de las civilizaciones más importantes de la historia, como los helenos, los romanos o los persas han dejado su huella en el rico patrimonio artístico del país.

El monte del Arca de Noé
En la capital, Yerevan (o Ereván), la ciudad más poblada y sede de los principales museos nacionales, se puede visitar la mezquita Azul, la plaza de la República o la calle Abovyan, centro comercial plagado de numerosas boutiques y cafés. Subiendo al monumento ‘Cascade’ se divisa una panorámica de la ciudad con el monte Ararat de fondo.

Aunque el monte se ubica en territorio turco, desde Armenia se disfruta de las mejores y más impactantes vistas. Según la Biblia, el Arca de Noé quedó varada allí tras el diluvio universal. De hecho, camino al monasterio de Khor Virap, construido en el siglo IV, se aprecian unos magníficos paisajes del monte bíblico. El monasterio de Noravank, siglos XII-XIV, se localiza en el límite de unas gargantas vertiginosas y llama la atención por sus esculturas.

En los alrededores de Yerevan encontramos dos monumentos Patrimonio de la Humanidad que no hay que perderse. El primero, el templo pagano de Garni, del siglo III antes de Cristo, muy parecido al Partenón de Atenas. Fue residencia de los reyes armenios y destaca por sus 24 columnas, sus baños romanos y sus mosaicos.

Por su parte, el monasterio de Gerghard, del siglo VII, está excavado parcialmente en la roca entre los espectaculares acantilados de la garganta del río Azat. En una de las casas particulares que cercan el monasterio se puede asistir al proceso de fabricación de ‘lavash’, el famoso pan tradicional armenio.

La Perla Azul de Armenia
A 1.950 metros sobre el nivel del mar, el lago Sevan está considerado uno de los mayores del mundo de agua dulce. Popularmente es conocido como la Perla Azul de Armenia y ofrece playas, agua para riego, una variada fauna y algunos de los monumentos más visitados del país. El descenso del nivel de agua durante la época de Stalin originó una isla donde quedó aislado el Monasterio de Sevan o monasterio negro, fundado en el siglo IX; el más turístico de toda Armenia.

La primera iglesia cristiana
No se debe abandonar el país sin contemplar la catedral de Echmiadzin, del año 303, Patrimonio de la Humanidad y la primera iglesia cristiana de la historia. Entre los tesoros que ofrece está la lanza que hirió a Cristo durante la crucifixión, llevada a territorio armenio por el apóstol Judas Tadeo.

Otros puntos Patrimonio de la Humanidad que posee el país son el complejo de iglesias medievales de Haghpat, el monasterio de Sanahin y el templo de Zvartnots (catedral circular que data del siglo VII a.C., durante el dominio bizantino).

En la mesa
Gran variedad de especias, cordero, verduras y productos lácteos son los protagonistas de la cocina armenia. Podrás probar platos como el ‘yaini‘ (sopa de carne de res con albaricoques y verduras), el ‘plaki‘ (guiso de verduras o pescado con tomates, cebollas y aceite de oliva), los ‘bourek‘ (pasteles rellenos de carne, queso o espinacas), ‘sudjuk‘ (salchichas picantes), ‘kebobs‘ (pinchos de carne a la brasa) o el ‘tabouleh‘ (ensalada de trigo condimentada con tomates, perejil, lechugas picadas y menta). Entre los postres destacan las frutas secas, muy típicas, las nueces verdes en almíbar (‘ankuis‘) o con caramelo (‘sujuj‘), las tortas de yogur (‘gafta‘) y el ‘bakhlava‘ (pastel elaborado con una pasta de nueces trituradas y bañado en almíbar).




